Yo la ayudaba siempre
pues me encantaba que los hiciera, al principio solo me dejaba hacer, cuando ya
quedaba poca masa, lo que nosotros llamábamos “palotes”, que era lo que ahora llaman “huesos de santo”. Según fui creciendo ya me dejaba participar más activamente y, bajo su continua vigilancia, podía
darles la vuelta y sacarlos, para lo cual
me tenía que subir a un taburete para llegar a la sartén.
Hace unos días, se
celebraron las fiestas de la Virgen del Campo, la copatrona de Ribadeo y
pusieron muchas casetas de fería y, al pasar entre ellas me llego el olor tan
familiar de los roscos de anís que hacía mi madre, los estaban haciendo en una
de las casetas.
A pesar de mi “régimen
perpetuo” no me pude resistir y compre media docena, calentitas aún, antes de llegar a casa ya me había comido una
de ellas. Las otras cinco las compartí con mi marido, pero la que se llevó la
mayor ración fui yo.
Desde entonces, todos los
días me levantaba con la intención de hacer unos pocos roscos, pero por unas
causas u otras hasta hoy no encontré el momento oportuno.
Me han salido riquísimos
y, como no puedo invitaros, al menos quiero compartir la receta con vosotros.
Ingredientes: 2 huevos, 100 g de azúcar para la masa y azúcar para rebozarlas, 80 ml de
leche, 80 ml de aceite de girasol para la masa y aceite de girasol para freírlas,
70 ml de anís, la ralladura de un limón, 1 cucharada de levadura Royal, una
pizca de sal y la harina.
Con relación a la harina conviene tener en cuenta en esta receta lo siguiente, decía siempre mi madre, que era la experta, que había que poner la harina que admitiera, es decir cuando la masa quedara blanda, elástica
y ligeramente “pegajosa”, yo he puesto casi 400 g de harina (pero es mejor
echar un primer golpe de 300 g e ir añadiendo poco a poco hasta que la masa este en “ese” punto que os
he indicado antes, si añadimos demasiada harina la masa se manejará mucho mejor, pero
los roscos quedarán más duros).
Elaboración: batimos los huevos con el azúcar, después vamos añadiendo los líquidos, la leche, el aceite y el anís. Sin batir demasiado, solo hasta que se integran. Después añadimos la ralladura de limón, batimos otro poco, y por último incorporamos la harina, en las cantidades que anteriormente indique, previamente tamizada y mezclada con la levadura y la pizca de sal.
Batimos la mezcla hasta que
la harina está integrada y cuando comprobamos que la masa está en su punto la
dejamos reposar durante , más o menos, una hora, tapada con un paño.
Transcurrido ese tiempo, nos
untamos un poco de aceite en las manos y vamos cogiendo porciones de masa, haciendo con
ellas una bolita, como si fuesen albóndigas y las dejamos sobre papel
de horno, para que no se peguen. Cuando tenemos unas cuantas
hechas ponemos a calentar el aceite en una sartén honda o un cazo.
Cuando ya está en su
punto el aceite, no demasiado fuerte para que no se “arrebaten” por fuera y
queden crudas por dentro cogemos las bolitas una a una (siempre con las manos
bien engrasadas de aceite) y les hacemos
un agujero con un dedo en el centro para darles la forma, las estiramos para
agrandar el agujero y las introducimos
en el aceite.
Al echarlas en la sartén
primero se quedan abajo y luego emergen a la superficie, yo lo que hago para que
queden más redonditas y con el agujero más amplio, es meter el tenedor en el
hueco girarlas mientras todavía no han
subido, pero, si os resulta complicado, podéis obviar este paso.
Se vigilan y cuando ya han cogido color por ambos lados, se sacan a un plato con papel absorbente y cuando están un poco templadas se rebozan con azúcar y se ponen en una fuente.
Se vigilan y cuando ya han cogido color por ambos lados, se sacan a un plato con papel absorbente y cuando están un poco templadas se rebozan con azúcar y se ponen en una fuente.
¡Qué buena pinta!. Mi madre también los hacía y desde entonces no los he vuelto a probar.
ResponderEliminarUn beso.
Tienen una pinta magnífica. Con tu permiso, repartiré la receta entre mis amistades, a ver si tengo suerte y alguien los prepara.
ResponderEliminarUn beso
Aunque es verdad que hay infinitas recetas de rosquillas, siempre se aprende algo. Yo no me había dado cuenta lo de pasar de bolita a rosquilla, haciéndole el agujero. Gracias. Me ahorrará trabajo.
ResponderEliminarSigo esperando tu próxima receta. Besos